Por Damián Farías
La frase que abre la presente columna ha sido repetida con cierta regularidad desde que fuera empleada por primera vez en la campaña de Bill Clinton en 1992, su popularidad se debe a que sintetiza la principal preocupación del mundo en los tiempos contemporáneos y especialmente en estos años donde las palabras “crisis económica” suenan con una regularidad mucho mayor a la esperada.
La crisis en Grecia, a la que muchos aluden, pero pocos explican, tuvo su origen en los gobiernos de centro-derecha anteriores a Papandreu. Durante años el partido conservador aseguró que el déficit griego era de un 3,7%. Posteriormente, el gobierno de Papandreu (llegado al poder el 2009) demostró que el déficit real era de un 12,7%, una cifra alarmante. Debiendo hacer frente a impopulares (pero muy necesarios, reajustes). El gobierno de Papandreu dimitió y logro concretar un gobierno de unidad nacional, se tuvo que incluir conservadores, los mismos que produjeron la crisis (Al parecer no solo en Chile la gente tiene mala memoria).
En nuestro país la crisis helénica ha sido usada como pretexto para oponerse al estado de bienestar que imperaba en Grecia, ocultando sus verdaderos motivos.
Los políticos de aquí al parecer no son los únicos miopes, hace unas semanas el Presidente de la SOFOFA dijo que no estaban dispuestos a “pagar la paz social a través de una reforma tributaria”. Pocas veces se pueden escuchar frases más carentes de lógica. Si yo fuera empresario lo que más me esforzaría en obtener sería la paz social, nadie puede mantener una empresa en un país fracturado por la desigualdad y que es una olla a presión para conflictos sociales.
Sobre el presupuesto que se discutió en pasados días y que ha sido fuente para replantearse la estructura impositiva del país, existe algo que no me logro explicar; el gobierno insiste en predisponernos a enfrentar un recesión económica en el futuro, sin embargo si ese es su pronostico, no lo están haciendo bien: en concordancia con lo que se espera, debería aumentar el gasto público; para impulsar la producción como dice la teoría keynesiana, lo cual no se hace. Entonces no existe una correlación técnico-lógica entre lo que se dice y lo se hace.
Si faltan fondos para hacer lo que hay que hacer, se debe realizar una reforma tributaria.
Obviamente para hacer una reforma tributaria hay que hacer énfasis en dos prerrequisitos: Primero: Cómo se esta gastando la plata actualmente ¿Es eficiente el gasto fiscal?, ¿Son adecuadas las políticas sociales? Y segundo ¿En que queremos invertir los nuevos recursos?
Los economistas insisten en repetir el dogma que subir impuestos, especialmente a las grandes empresas ahuyenta la inversión. Estas frases ya no se sostienen y resulta contradictorio con el actuar de inversionistas chilenos que se instalan en países más turbulentos y con mayores impuestos que Chile (Argentina, Perú). Las empresas que mas empleo aportan son las PYME, las grandes se aprovechan de vacíos legales como el multirut para seguir evadiendo sus obligaciones legales.
Estamos en un tránsito histórico; cada cierto tiempo el país tiene la oportunidad de crecer; a principios del s. XX fue el tiempo del salitre, donde se construyeron las grandes obras públicas del centenario ¿Qué legado público tendrán las futuras generaciones post-bicentenario?
Cuestionarse la conducción económica no tiene porque llevarnos a teorías trasnochadas ni ser tildados de algún color especial, sólo se trata de una pequeña (quizá minima) conciencia social. Conciencia social que en estos días se ve más apagada aún; el capitalismo logró convencernos que solo comprando seremos felices, alejándonos de los valores tradicionales, dejando casi en ridículo a quien pretende recuperar el verdadero sentido de las fiestas.