Por Miguel Araneda
La paz de un homenaje a la memoria de Jaime Guzmán Errázuriz, abogado, académico, político (aunque nunca se jactara de ello), constituyente, ideólogo, no resultó ser tal este año, este 2011 nos deja un país cambiado, diferente, capaz de “profanar” la memoria de algunos que se consideran tolerantes y democráticos.
El jueves 15 de diciembre se conmemoraba en el Campus Oriente de la Pontificia Universidad Católica de Chile, el vigésimo aniversario de la fundación Jaime Guzmán, cuyo fin es preservar y mantener vivo el ideario de aquel abogado; hasta que de un momento a otro, aquella tranquila reunión de personalidades ligadas al gobierno, se transformó en un “escándalo”, una “profanación”, puesto que alrededor de 100 jóvenes estudiantes, fundamentalmente de humanidades y artes, de aquella universidad, se dedicaron a interrumpir con consignas, pancartas y gritos la tranquilidad del acto. Estos jóvenes denunciaron el legado de Guzmán como la ideología que respalda y protege el actual orden establecido, orden injusto… adentrémonos un poco más en este punto.
Jaime Guzmán aparece en la vida pública en 1965, fundando en la escuela de derecho de la Universidad Católica, el llamado, Movimiento Gremial; una organización de estudiantes que, en resumidas cuentas, consideran, al alero del pensamiento católico conservador, que la sociedad tiene un orden jerárquico, orden sano para los actores en ella, donde está la persona humana (más alto valor de esta sociedad), la familia, los órganos intermedios y el estado, como representación del “Bien Común”. En este orden los grupos intermedios, que son las diversas asociaciones humanas que existen, marcando el carácter “social” de la persona, están entre la persona y el estado, siendo estas las que realizan las diversas inquietudes de la comunidad, acorde a su propia materia, por ejemplo: un club deportivo, un centro de madres, una sociedad de socorros mutuos, una universidad; y cuando nombramos universidad vamos a ejemplificar el hecho con una de las consignas más reconocidas del gremialismo: “la universidad es para estudiar y no para hacer política”, es decir, los grupos intermedios responden a un fin propio y especifico en la sociedad.
La aparición de este movimiento es un hito para los derroteros de la reacción criolla, desesperada por las incesantes derrotas electorales, esta cambia su discurso hasta “lo nacional”, “la nueva república” y demás retórica protofascista; el gremialismo aparece en este contexto de crisis para salvaguardar uno de los intereses estratégicos de la clase dominante en Chile, la universidad, el conocimiento y la cultura propiedad de una clase, ya dudosa de su carácter hegemónico. La reforma universitaria de 1967 en la UC marcaría la prueba de fuego, la aparente derrota del gremialismo ante la decisión del clero sería solo un traspié frente a los que se avecinada, la hegemonía futura sobre la Federación de Estudiantes (FEUC), derrotando a los partidos políticos, la democracia cristiana y su juventud de izquierda. La reacción después de este suceso, consideraría a Guzmán como su “niño prodigio”, el hombre llamado a tener una voz disidente en este ambiente tan profusamente revolucionarista y contracultural que se erguía en este distante fundo llamado Chile.
Los años pasarían, llega 1970 y este pueblo consideró que avanzar hacia un gobierno antimonopolios, antioligarquico y antiimperialista sería algo bueno, aparece Allende, esta vez de presidente, y por consiguiente, la afrenta directa a esta parasitaria oligarquía, los intereses del capital se erizan frente a las palabras de este nuevo gobierno “constitucional” para desgracia de ellos, elegido conforme a la ley y, como si fuera poco, “legitimando” la institucionalidad existente…algo molesta esta “revolución de empanadas y vino tinto”. Ahí es donde estos intelectuales de derecha empezaron a leer al “enemigo”, Lenin y Gramsci serían las lecturas a seguir, conquistar la hegemonía en el campo ideológico lo es “todo” en la lucha de clases, la reacción aprende la lección y forja su propio nuevo ideario, el gremialismo es parte fundamental de esto, esto sí que se demuestra cuando de “golpe” de acaba el gobierno, la guerra antimarxista ya no es fría y empieza su paso rasante y abrazador sobre este pueblo, la cultura que no es “nacional” se apaga…a la buena o a la mala.
Las instituciones del régimen dispuesto, pese a ser elaboradas por la pequeña burguesía liberal, no había sido suficiente para frenar el avance de las ideas socialistas hacia los poderes del estado, por lo tanto los fascistas consideraron crear una nueva institucionalidad, donde todo fuese ideal , una sociedad donde la persona fuese libre e igual a su prójimo, donde se protegiese a la familia, donde el estado es la garantía de que la persona es “libre” y donde en espíritu creador y emprendedor de individuo hallase su realización, en resumen, un orden que permitiese que no pasase más un periodo de tal ebullición y duda contra el régimen vigente, democrático sería más no tolerante, “tolerante con los intolerantes”, pero si vienen de Rusia o Cuba. La Constitución Política del Estado sería la respuesta, un panegírico donde las ideas de la iglesia católica, en materia política, hallarían su consagración, en este Nuevo Chile, el país de los vencedores; vencedores de esta guerra contra el “marxismo”, contra el “progreso social”, “ideas foráneas”, “infiltrados ideológicos”, “antipatrias” “humanoides”, etc.
Lo que llama la atención es como un eminente sujeto de la reacción logró entender, lo que se supone que para la izquierda estaba claro, la lucha de clases existe y se da en todos los frentes de la sociedad, cada eslabón cuenta y tiene significado, en el campo ideológico, vencer significa tener “la sartén por el mango”. Jaime Guzmán lo sabía y consagró a nivel constitucional la ideología de los vencedores, esta mezcla de corporativismo, conservadurismo, neoliberalismo y pensamiento socialcristiano ortodoxo, ideología que sería ciertamente “bases de la institucionalidad”.
Pero aparentemente no todo resulto como ellos creían que sería en este país de oportunidades, los gritos y los cánticos en la catedral misma del pensamiento hegemónico institucional no han de ser meros actos “violentos, la ira y el disgusto de los personeros políticos de la derecha allí presentes demuestran la preocupación y el horror ante una juventud que ya no tolerará más afrentas, diciendo “una constitución misántropa y genocida no merece ser reconocida”; aparentemente este país no es lo que ellos creen que es, ante estos gritos surgen voces “actos de intolerancia inaceptables”, para la clase dominante son ciertamente eso, pero para los que hemos vivido sin poseer el poder de este país, es justo gritar y quejarse frente a eso. Los vencidos no podían mirar como pasaba la historia delante de ellos sin reaccionar, tarde o temprano; este es un ejemplo que el país que los vencedores construyeron es solo una torre de naipes, donde el cimiento tambalea…más y más… y por cierto habrá de sucumbir.