lunes, 8 de abril de 2013

Sobre el Fascismo

Por Miguel Araneda

Esta semana nuestra actualidad política se ha visto sacudida por unas declaraciones del presidente del Partido Comunista de Chile, Guillermo Tellier, sobre su participación partidaria durante la dictadura, exponiéndola en el diario “La Tercera” del domingo pasado. “Sebastián Larraín”, nombre de guerra de Tellier, sería el superior encargado de la, hasta el día de hoy polémica, Comisión Militar adscrita al Comité Central del PC, durante el periodo en que dicho partido lleva adelante su “Política de Rebelión Popular de Masas”, orientada hacia la creación de condiciones que permitiesen un alzamiento popular de caracteres mayores con el fin de derrocar la dictadura del general Augusto Pinochet. En este tiempo él era quien supervisaba en nombre de la Comisión Política las actividades de uno de los ejes fundamentales en la consecución de dicha política, el Frente Patriótico Manuel Rodríguez, entonces brazo armado del PC.

Estas declaraciones no salen en caso alguno de lo conocido por la historia, pero generaron como era de esperarse, gran irritación en los sectores más conservadores del mapa político-institucional, UDI y DC particularmente, apropósito de una supuesta “autorización” de Tellier a la realización de la “Operación Siglo XX”, el nombre clave del Atentado a Pinochet; la lucha armada como forma de luchar contra la dictadura estaba en boca de los políticos más reconocidos de la derecha, amenazando incluso algunos de ultraderecha con interponer acciones legales contra el diputado comunista, por su supuesta responsabilidad en el posterior Atentado contra Jaime Guzmán Errázuriz, jurista e ideólogo de la actual constitución. En esta coyuntura social histórica, donde la lucha obrera resucita, el movimiento estudiantil se encuentra en ciernes y el gobierno tambalea en su fracaso, la discusión sobre el atentado a Pinochet viene como “anillo al dedo” para analizar nuestra realidad política actual y el discurso sobre el cual se está erigiendo la “historia oficial” de nuestros últimos 40 años, más en este 2013, tan particular e incierto.

Portada de "La Tercera de la Hora" 8 sep, 1986
El Partido Comunista durante todo el periodo comprendido entre 1973 y 1980 buscó de todas las formas posibles unificar, en torno a la clásica formula frentepopulista, a toda la oposición contra la dictadura, desde la Democracia cristiana hasta el Movimiento de Izquierda Revolucionaria, en una sola amplia coalición llamado informalmente “Frente Antifascista” que sería el referente político encargado de dirigir el fin de la dictadura y asumir un gobierno que permita restaurar la democracia. Ante la debacle política de la Unidad Popular en el interior del país, fundamentalmente fruto de los crímenes cometidos por la dictadura, y en el exilio, el desarraigo y el alejamiento de la realidad nacional cotidiana, sumado al siempre ambivalente papel de la DC en los primeros años de la dictadura no permitieron la realización de la clásica tesis comunista, esbozada en el VII Congreso de la Internacional Comunista en 1935, contra el avance galopante del Fascismo en mundo, particularmente en Europa.

El PC ante la falta de eco de su propuesta, sumado a la perpetuación sobre la cual persevera el régimen, habiéndose establecido una nueva constitución política, y con ello un nuevo “periodo presidencial” de 8 años para Pinochet, generan un cambio en la línea del partido (tema hasta hoy intensamente discutido a nivel historiográfico y político), donde se sostiene abiertamente que contra la dictadura Fascista es legítimo oponer todas las formas de lucha, incluida la “Violencia Aguda”; en ese entonces el PC se convierte en un agente fundamental de la lucha antidictatorial en una época donde la dictadura empezaría a sufrir severos golpes sociales y políticos en el interior del país en la medida que se desarrolla la década de los 80. La Violencia Aguda del partido es entendida como la presión contra la dictadura en todas sus formas, incluida la Lucha Armada, regular (militar) e irregular (miliciana popular), lo cual, en su grado exitoso, generaría las condiciones para una revuelta popular que pusiera fin al régimen y se avance a un “gobierno provisional de amplia coalición” que garantice el establecimiento de una Asamblea Constituyente, como principal reivindicación de toda la oposición entonces.

El Atentado al dictador ejecutado el 7 de Septiembre de 1986 pretendió ser el punto culmine de una escalada popular de rebeldía contra la dictadura, jornadas nacionales de protesta previas habían convocado, en el transcurso de los años 1983 hasta ese momento, una adhesión creciente y cada vez más aguerrida contra Pinochet y su régimen, el “ajusticiamiento del tirano” era “El” pasó más avanzado para hacer justicia por los crímenes cometidos por la dictadura durante los casi 13 años que habían pasado desde el 11 de Septiembre de 1973.

Esto no lo escribo porque sí; conocer la historia es algo trascendental para un pueblo por muchas razones, muchísimas razones entre las cuales es saber distinguir quien es y quien no es esta historia, la “historia oficial” creada por la transición hoy de derrumba ante los desastres del modelo económico, político, social y cultural que creó la dictadura, porque hoy, para millones de chilenos, la famosa salida “pacifica” o salida institucional, negociada como lo fue entre los partidos dirigidos por la DC y el régimen, no ha terminado con este ni con su legado, la famosa democracia reafirma ideológica y prácticamente todo lo que la dictadura creó, incluida la condena al “cobarde atentado” contra Pinochet, porque, mal que mal, el que escribe la historia es siempre el vencedor, y nunca este reconocerá la verdadera naturaleza del régimen que apoyaron ardorosamente y que siguen defendiendo, hoy desde la fragilidad política de su gobierno.

El atentado era justo, el Ajusticiamiento de Pinochet era definitivamente parte dela lucha del pueblo contra las fuerzas armadas de ocupación que tomaron el poder de forma criminal, en nombre del orden económico y político vigente antes del 4 de Noviembre de 1970, es decir, el statu quo de la sociedad chilena. Fuerzas armadas que junto a fuerzas sediciosas rompen la constitución en nombre de la “democracia” y la “libertad”, clases golpeadas en sus intereses por un gobierno progresista, cuya extracción política se inclinaba hacia las clases populares, junto a un programa de carácter democrático y avanzado. Las clases dominantes, terratenientes, industriales y profesionales acomodados, en concubinato con sectores estudiantiles, obreros y el gobierno norteamericano, entre otros, boicotearon en diversas formas (incluido el terrorismo) dicho gobierno hasta que el golpe de estado se consumó; la reacción fue inmediata cometiéndose severos crímenes contra la dignidad humana, en nombre de la patria, el orden, la constitución, etc. Esto que acabo de describir fue, muy sucintamente, lo que pasó en Chile entre 1970 y 1973, y esto se ajusta a la praxis de una creación política que revolucionaría el siglo XX: el Fascismo.

Que es el Fascismo, su teoría, su praxis, origen, extracción social y una infinidad de cuestiones nunca han sido discutidas en Chile en correlato a la historia reciente de nuestro país; nunca se ha tratado el tema en la forma que corresponde porque resulta insólito que un país después de pasar un proceso tan traumático nunca se haya puesto a discutir seriamente lo que pasó, los crímenes horrendos cometidos y las consecuencias de dicho periodo, consecuencias que vivimos día a día, lamentablemente. El tema del Ajusticiamiento frustrado del dictador revela que estamos pasados tantos años aún en pañales al respecto, porque toda la sociedad debe condenar el Fascismo, porque no podemos como chilenos tolerar regímenes tan reñidos con la humanidad como ese, de nuevo.

El atentado es una pequeñez comparado con lo que se ha hecho contra el Fascismo a nivel mundial, para derrocar al Fascismo alemán no solamente se trataron múltiples atentados, sino que se desarrolló la más grande guerra hasta el momento realizada por el hombre, contra el Fascismo español fueron 40 años de resistencia, con resultados bastante cuestionables, el aparentemente solido Fascismo italiano se derrumbó, por su propio peso, durante la Segunda Guerra Mundial y así podemos seguir, porque contra el Fascismo es un deber ético, ante todo, combatirlo por los medios que más apremien, porque esa clase de opresión y esa clase de crímenes no se pueden tolerar, porque lisa y llanamente echan por la borda los más grandes avances del campo político e ideológico de los últimos 300 años a nivel mundial (en particular el concepto más trascendente de la era contemporánea como es la Democracia). Saber que es, conocer el pensamiento y la práctica, sus síntomas y sus consecuencias es un imperativo, espero desarrollar tan capital tema en una serie de reflexiones que permitan esclarecer, en un esfuerzo más que humilde, nuestra propia existencia como pueblo, en condiciones actuales y entender que Nunca Más habrá de pasar algo así, aunque algunos, los menos, quisieran volver a eso, aunque tengan ropajes democráticos; de Nosotros depende no volver a caer de forma tan horrenda, partamos por saber, recordar y nunca olvidar.