domingo, 23 de junio de 2013

Talca: educación popular versus educación de mercado

Por Pablo Rojas Casanova - Vocero CEP (Coordinadora Educación Popular Talca)




En el sistema educacional chileno el Estado cumple la doble función de finan ciar y regular el mercado, por una parte, y de proveer directa e indirectamente de "servicios educativos" (a través de       establecimientos municipales en el caso de la educación primaria y secundaria y de universidades estatales en el caso de la educación superior), por otra.

Sin embargo, ante la ausencia de un sistema educacional planificado de acuerdo a las necesidades del país, en la práctica lo que prima en el sector "público" es una provisión regida por criterios de autofinanciamiento        y competencia por la captura de subsidios estatales, lo que redunda en que finalmente sea el mercado el que determina las necesidades y la forma en que estas son satisfechas.


De este modo, se supone que en Chile existe un sistema mixto de educación fiscalizado por el Estado. Es decir, el servicio de educación lo pueden prestar tanto privados como instituciones públicas, donde el Estado cumple un rol de prestador, regulador y supervigilante de la entrega de educación. Esto significa que en Chile la entrega de educación se impone como responsabilidad al Estado, poniéndolo en una posición de responsable frente a la satisfacción de una "necesidad" determinada por el mercado.

A este fenómeno hoy le llamamos "derecho a la educación". En otras palabras, existe una obligación del Estado de garantizar que exista una demanda constante, de forma que el cacareado "derecho a la educación" no sea más que un seguro de rentabilidad para los privados, que parcha todos aquellos "errores" de los mismos o a cubre toda la oferta generada por el mercado.


Esto hace del sistema de educación un saco roto para el Estado y un muy buen negocio para los capitales privados. Lo que en cierto sentido genera el recelo de muchos miembros de la clase política, tanto del capitalismo socialdemócrata, como de los sectores más liberales; no tanto por el impacto social que tiene esta mala administración, sino por las irregularidades en el origen de estas ganancias.


La pugna política llevada a cabo durante estos 20 años entorno al "problema de la educación" ha creado modificaciones sin un fin determinado, potenciando más que mitigando las aberraciones del sistema de educación de mercado. Un ejemplo de esto es la creación de "normas de calidad", destinadas a medir si el producto generado cumple con las expectativas del usuario. Las agencias de Acreditación, incluida la Agencia Nacional de Acreditación, miden en el fondo aspectos que nada tienen que ver con el objetivo de la educación en sí misma, difícilmente podrían hacerlo, puesto que el objetivo en realidad no existe.


Este concepto de "calidad" medido a través de la acreditación, y que hoy le da sustento práctico a la esfera técnica del sistema de educación, nada tiene que ver con el objetivo que debiera buscar el proceso formativo y de asimilación de conocimientos, es decir, el desarrollo humano.


Para la universidad la obtención de la acreditación le permite subir el precio de su mercancía o aumentar la cantidad de consumidores de su servicio, y es en virtud de esto que intentará cumplir los requisitos para obtenerla. De no obtenerla tendrá que bajar sus precios para no morir en la competencia al vender un producto "de menor calidad".


¿Qué sentido tiene para una universidad la incorporación de un docente con grado de doctor en determinada área con el fin de dictar una cátedra determinada? Podríamos responder que lo que está buscando es enriquecer la cátedra con los vastos conocimientos del docente en cuestión. Sin embargo, esta idea se descarta de plano ya que no se trata de un pedagogo sino de un erudito.


Bajo estas particulares "normas de calidad" la incorporación de un profesor cualquiera no tiene sentido para el empresario, dueño o administrador de la universidad, porque sólo aumenta el coste de producción de su mercancía. Y para el estudiante no hace la diferencia más que en el supuesto de que la mal entendida "calidad" del producto aumentara su salario futuro, idea que poco a poco se comienza a venir abajo.



El sinsentido de la calidad, el lucro, la idea de la movilidad social, entre otros problemas, han llevado a que hoy la discusión en el movimiento estudiantil se centre no sólo en un tema de acceso a un servicio educativo y su costo, sino al sentido mismo de la educación como problema de la sociedad completa.


En esta línea han estado centrados nuestros esfuerzos como Coordinadora Educación Popular, en desarrollar de manera social la idea de que el problema de la educación no sólo es un problema administrativo, no es asunto de una política pública, sino que es un tópico que debe abordarse en conjunto por pobladores trabajadores y estudiantes.


En la región más rural del país, con una de las mas altas tasas de trabajadores a jornada parcial involuntaria, con nuestros barrios históricos derrumbados, con hidroeléctricas y plantas agrícolas que destruyen el medio ambiente, es de vital importancia que nuestra actividad política tenga como eje fundamental la construcción multisectorial. 

Son estas características que posee el contexto maulino las que nos llevan a concluir que cuando hablamos del control comunitario no se trata de una idea de laboratorio que ha de ser insertada en la realidad. El control comunitario ha sido la respuesta más lógica y sensata para enfrentar los problemas que un sistema educativo descarnadamente injusto y arbitrario. La maduración del proyecto educativo neoliberal ha dejado en evidencia al sistema educativo chileno como un mero medio de obtención de ganancias para privados. Sin embargo, esto ha hecho al mismo tiempo madurar el proceso de lucha estudiantil. Lo que en algún momento fueron meras reivindicaciones hoy son cuestionamientos a la matriz neoliberal del sistema educativo, donde la propuesta del control comunitario viene a constituirse como un asunto de disputa de poder que lleva el pueblo frente a una institucionalidad cada vez menos confiable, una lucha cada vez mas abierta y evidente entre la educación popular y la educación de mercado que se nos ha impuesto.