¿Qué debemos hacer frente a la violencia? Nadie en sus cabales
sicológicos podría aceptarla, sin embargo, cada vez podemos observar, muchos
con preocupación, la gradual aceptación de acciones violentas dentro del marco
institucional.
El
problema radica en saber cuando su uso es válido; ¿siempre?, ¿a veces?, ¿nunca?,
a mi modo de entender es deseable que nunca. Desgraciadamente, como la
autotutela, es probable que jamás podamos proscribirla del todo.
Si
los ciudadanos franceses indignados no se hubieran levantado en armas, en el
proceso de la Revolución Francesa ¿tendríamos democracia occidental?
Un ejemplo algo
posterior: Muchos de nuestros textos de historia reproducen la famosa pintura
de Delacroix “La libertad guiando al pueblo”
el contexto de la tela representa la situación ocurrida el 28 de julio de 1830 en la que los parisinos produjeron
barricadas
en razón que el rey Carlos X de Francia había decretado la
disolución del Parlamento y tenía la intención de restringir la libertad de prensa. Los disturbios iniciales se
convirtieron en un levantamiento que desembocó en
una revolución seguida por ciudadanos enojados de todas las clases sociales. A
la postre el descontento generalizado hizo que el Rey abdicara.
Ahora bien, si estudiamos la historia, que para un autor es “La ciencia de aprender de los errores” ¿Cuál es el común denominador de todas las acciones violentas que llenan las paginas de la historia del mundo?... como en el caso de Carlos X; es la incapacidad de encontrar una salida institucional a los conflictos. Toda otra interpretación es miope y subjetiva; teorías y doctrinas, boicots y conspiraciones solo vienen a enturbiar la simple interpretación de la realidad.
Ahora bien, si estudiamos la historia, que para un autor es “La ciencia de aprender de los errores” ¿Cuál es el común denominador de todas las acciones violentas que llenan las paginas de la historia del mundo?... como en el caso de Carlos X; es la incapacidad de encontrar una salida institucional a los conflictos. Toda otra interpretación es miope y subjetiva; teorías y doctrinas, boicots y conspiraciones solo vienen a enturbiar la simple interpretación de la realidad.
La
verdadera interpretación de las cosas, debe analizar hasta que punto la
violencia es válida y fuera de ese cause, no. Ahí, radica la esencia del análisis
de la política contingente.
En
una columna de Joaquín García Huidobro en El Mercurio señala, no sin razón, que
el apego a las formas, el respeto y la tolerancia es lo que nos distingue de
los bárbaros; la esencia de la democracia es transar ¿pero que pasa si esa
negociación no conduce a nada?... Nadie en su sano juicio gustaría de vivir en
tomas y protestas, pero tampoco se puede esperar que la gente este sentada en
sus casas cuando ven que su patria cae en una decadencia moral producto de la
no solución de los problemas en un país que tiene todo para ser desarrollado.
A
final de cuentas la violencia solo es la expresión de los sentimientos de impotencia y aflora cuando no existe un
dialogo ni una intención sincera de solucionar problemas.
No
debe haber mucha diferencia entre golpear la mesa, romper un florero o quemar
un Transantiago, todas son demostraciones violentas, cuando no podemos
encontrar una salida civilizada a nuestros impulsos aflora lo más recóndito de
nuestro ser. La violencia se aumenta ante el sentimiento de impotencia, cuando
los intereses personales o comunes no pueden ser canalizados a través de la
institucionalidad
Un país
con alta desigualdad, baja calidad de educación (incluyendo la deficiencia de
educación cívica) y una baja tasa de representatividad de los partidos e
instituciones políticas constituye un peligroso escenario que promueve la
violencia y el conflicto social.
Lo anterior sorprendentemente es un tema
casi tabú en muchos círculos, a pesar que cae de cajón lo preocupante que es el
tema.
Si,
como país, no logramos solucionar estos temas, mucha más gente no creerá en la
democracia y verá solo en la violencia la solución a sus problemas. Eso es muy
peligroso y hemos visto como desequilibrar el complejo equilibrio entre democracia-política
y participación nos ha traído trágicas consecuencias en la Historia reciente.
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